jueves, 3 de abril de 2008

Museo De Arte del Tigre: historia y presente de una reliquia

Vilma Lilia Osella

Pasear por el paseo Lavalle –Victorica es un clásico que no se puede saltear, si uno visita Tigre, la ciudad de las mil ofertas. Al final de ese paseo, imponente, se levanta el Museo de Arte Tigre, puesto en valor desde 1990 hasta 2006. El desaparecido intendente Ricardo José Ubieto, amado por los tigrenses, lo inauguró en octubre de ese año. Su historia, los hombres que la concertaron y sus secretos.

Por allá por 1909, un grupo de argentinos se ocupó de integrar una entidad para instalar un centro social, vecino al famoso Hotel del Tigre, donde toda la sociedad porteña veraneaba por entonces. La idea era fundar un club para regatas, golf, tenis y casino y fomentar la vida social entre los tigrenses y los porteños huéspedes del vecino hotel. Ernesto Tornquist, Emilio Mitre (hijo de Bartolomé) y Luis García buscaron inversores, constituyeron la sociedad anónima Tigre Club y designaron presidente a Félix Armesto. Y como no se andaban con chiquitas, contrataron al estudio francés Dubois y Pater, integrado por los arquitectos Pablo Eugene Pater y Luis Dubois (los que planearon y levantaron la Embajada de Francia) para que proyectaran y llevaran a cabo la labor. En 1910 comenzó la obra del Tigre Club.

Todo se trajo desde el exterior: el mármol de Carrara para la escaleras, los bronces para su pasamanos, la escultura de bronce burilado de la fundición francesa Fonderie Du Val, ( hoy luce en el palier), la araña de bronce con caireles de cristal de roca, semejante a la que se encuentra en el museo del Louvre que engalanaba el salón de baile, la marmolina de las columnas con base de bronce y dorée en sus dibujos, los vitrales , las molduras de las paredes que semejan el dibujo del piso de roble de Eslabonia, los espejos de Venecia. Recién en 1927 inauguraron el Casino del que se conserva una mesa. Es que fue el mismo Tornquist quien lo llevó a Mar del Plata, ni bien la moda se inclinó por el mar, dejando el río sólo para los ingleses y los lugareños, amantes de la pesca y los remos.

El edificio tiene dos plantas y abunda en columnas dóricas simples, semi columnas, pilastras, arquerías y motivos ornamentales: palmetas, guirnaldas de flores, hojas de laurel que es el emblema de la gloria y de encina que es el emblema de la fuerza. En la planta baja hay un pulcro y bello portón de hierro y puertas similares en los costados. También varios ventanales ojivales con marcos y cruces de madera que sostienen los vidrios. En el piso superior los ventanales se comunican con una terraza de baldosenes hexagonales. Y es desde sus esquinas donde emergen dos torres salientes, semi redondas, que rematan en una cúpula bulbosa con coronamiento de hierro. Igualmente la passerelle sale desde el primer piso, se construyó siguiendo las líneas centrales en 1912: era imprescindible dejarse ver con coquetos atuendos y sombreros adecuados.
El gran salón abovedado, donde está colgada la espléndida araña, tiene, circundando la alta bóveda, una pintura sobre seda natural ejecutada por Julio Vila-Prades, pintor español que se instaló en América, discípulo de Joaquín Sorolla.

La restauración

Más de 40 empresas y 500 operarios fue el equipo utilizado para la recuperación edilicia del Tigre Club devenido en el Museo de Arte Tigre. Aproximadamente 80 personas integran hoy el staff permanente del Museo, y es un lujo verlos atarearse con dignidad y respeto: un ejemplo para quienes van a buscar a Europa el orden y la prolijidad en el trabajo profesional, en desmedro del esfuerzo argentino.

“ El arquitecto y especialista Marcelo Magadán es quien estuvo a cargo de la restauración de la araña francesa y utilizó la técnica del marouflage para restaurar el domo”, dice la licenciada Anabella Monteleone, curadora de la muestra del Museo de Arte Tigre (MAT). “Rubén Otero y Hugo Maciñeiras fueron los arquitectos que recuperaron el Tigre Club y lo reacondicionaron para que pudiera albergar al MAT”, una propuesta artística que ofrece un recorrido por los aspectos más destacados del arte nacional. “El eje del museo es el arte figurativo en cualquiera de sus expresiones”, continúa Monteleone. “Nuestros artistas van desde los precursores del arte argentino como Juan León Palliére, Carlos Pellegrini o Juan Mauricio Rugendas, hasta autores como Lascano. Los estilos retoman algunos elementos del impresionismo, del cubismo y naturalismo visual. No podríamos decir precisamente que Fernando Fader o Benito Quinquela Martín, sean autores impresionistas o expresionistas por una obvia razón cronológica, pero si son grandes ejemplos de las repercusiones de dichos movimientos en el país”, explica.

Las obras de arte fueron adquiridas en remates o por donación por el entonces intendente Ubieto, quien buscó ayuda en Sonia Decker y Adrián Gualdoni actuales miembros del Concejo Asesor y “quienes acompañaron al ex intendente en la adquisición de la colección”. Tuvo una donación anónima, otra que realizó la Biblioteca de Tigre y otra (el tapiz de Horacio Butler) que viene del Museo de la Reconquista.

Hay una sala histórica con pinturas de la mitad del siglo XIX y otras denominadas “El Puerto”, “Tigre”, “La Naturaleza”, “La Figura”, “El Paisaje” que albergan pinturas del siglo XX. Además de los nombres ya citados están Graciano Mendilaharzu, Alfredo Lazzari (uno de los maestros de Quinquela), Eugenio Daneri, Antonio Berni, Raúl Soldi, Juan Carlos Castagnino y un primer premio del Salón Nacional de Pintura de Luis Cordiviola. Hay que visitarlo, dice la curadora. “La invitación es al público general. Para las escuelas tenemos talleres de realización in situ frente a la obra y programas educativos especiales, pero esperamos a todo rango de público. Hasta el momento han visitado el Museo casi 60.000 personas”, concluye.

Dicen los que saben que cuando alguien se va del Delta de Tigre sufre “el mal del sauce” una especie de tristeza especial que no le permite a uno despegar. Dejar el museo es algo parecido, como si la historia, los caireles de la araña o las figuras del domo se le pegaran a uno en el cuerpo y se empozaran en el alma.

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