ABASTO: Melodía y Arrabal
Hay en Buenos Aires, una cita especial en Av.Corrientes y Anchorena: penetrar el atrayente mundo de Carlos Gardel. Al mediodía, en el mismo Abasto Shopping uno habrá repuesto fuerzas de las exigencias de paseos, fiestas, show y demás etcéteras con que Buenos Aires atrapa a sus visitas. Esta, comienza en el Bar El Progreso que se asienta al 529 de Anchorena, apenas unos pasos del lugar inicial. Este típico lugar del Abasto conserva su arquitectura original: un edificio de planta baja y alta, de fachada a la “maniera italiana” y puertas amplias de maciza madera, a la usanza de la época de Gardel. Requerido para filmar películas, lo frecuentaron Tita Merello, Libertad Lamarque y el mismo morocho del Abasto. Es que aunque apostado en el arrabal, las orquestas y sus cantantes lucían sus dotes por las noches. Tango y jazz. Su magia quedó instalada en un restaurante que conserva el mostrador original, con su estantería de bebidas y tiene un pequeño escenario dedicado a orquestas.
Asociado a la magia, uno recalará en la peatonal Carlos Gardel: es la cortada que atraviesa la plaza central del shopping Abasto. A ambos lados de este paseo se observan murales pintados con referencias al tango. Los sábados y domingos, se disfruta de bailes de tango, milonga y chacareras que invitan sensualmente a integrarse.
Ubicado en la esquina de Anchorena y Carlos Gardel, los recuerdos evocan al bar y cantina “Chanta Cuatro” que en un principio fue cancha de bochas, concurrida por los personajes del lindero mercado del Abasto. Gardel solía reunirse con sus amigos a cenar, cantar y trasnochar en este antológico sitio donde funciona hoy un restaurante ambientado con cuadros al estilo de aquella época .El lugar se llama “La esquina de Carlos Gardel”: se escucha música, se come y se baila .Uno puede hacer lo que le de la gana porque el duende gardeliano está en todos lados. A reverenciar luego, el Monumento a Carlos Gardel, obra del escultor Mariano Pagés, donado por los Amigos de la Academia del Lunfardo, en marzo de 2000.
Aunque se haya almorzado en algún rinconcito, el monumental edificio del Shopping Abasto tiene resto para ofrecer el típico “cafecito de la tarde”: el 70 por ciento de las instalaciones goza de actividades artísticas, culturales, de entretenimientos y el 30 por ciento restante, de locales comerciales, patios de comidas y el complejo Urbania: un Museo de los Niños de 3.400 metros cuadrados. La ropa que se exhibe es de calidad y buen precio pero, muy cerca, el paseo de compras del Once, dará satisfacción a las demandas de quienes buscan oportunidades. Mientras, 12 salas de cine ofrecen comodidades para 3.326 personas, sin moverse del shopping. Compuesto en dos niveles, tiene un sector de venta de artesanías. En el interior de la planta principal, se encuentra la Plaza del Zorzal con una fuente decorativa. El Pasaje Zelaya reavivará también el recuerdo cálido del Zorzal Criollo, como se dio en llamar al mítico personaje que nos ocupa. Jean Jaures 735, es una construcción de una planta de las denominadas casas chorizo, típicas de principios del siglo XX. Hacia allí se enfilará para observar la casa en que, al lado de su madre, Carlos Gardel vivió entre 1927 y 1933. Cuando falleció en el trágico accidente de aviación, la casa quedó en poder de la señora Berta, quién la dejó en testamento a Armando Defino, el representante de su hijo. Con el tiempo la recuperó la Dirección General de Museos, con el propósito de establecer allí la Casa Museo Carlos Gardel. De aquella recuperación surge el rescate de su distribución original. En una de las salas, se recrea el ambiente de la época, el comedor y la habitación de Berta Gardés. Los distintos ambientes ostentan testimonios y objetos que pertenecieron a Gardel. Fue declarada Lugar Histórico Nacional por Decreto del Superior Gobierno de la Nación.
Final. A menos que el peregrino decida recorrer ese barrio de Balvanera que cedió el nombre a Carlos Gardel para valorizar el Viejo Mercado del Abasto que deviene en el monumental shopping ya nombrado. Los iniciados comentan que aún se escuchan sonidos de los trenes que, en aquella época, arribaban al subsuelo para descargar la verdura que viajaba desde las quintas. Otros dicen que los ruidos los provocan los pleiteadores remates de la carne. Camiones sustituyeron aquellos antiguos trenes y poblaron el barrio de otros ruidos, que arrinconados en las esquinas, aún subsisten en los oídos sensibles de quienes perciben y regustan el pasado. En materia de mitos aún hay más: se trata de un gigante bonachón, Godem, que de la mano de un rabino de Praga, llegó hasta estas latitudes y se empeña en salvar a la gente de accidentes y choques... El visitante puede realizarlo solo o acompañado, como prefiera evocar la historia del Morocho del Abasto. Y en cuanto a los fantasmas, no se pueden comparar con los de Londres, que ameritan tours que recalan en habitaciones de hoteles donde el té lo sirve Enrique VIII, con la peluca llena de polvo. Pero son criollos y de los buenos, aunque al ser latinoamericanos, nadie paga por verlos.
Vilma Lilia Osella
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cilmaosella@gmail.com
jueves, 16 de agosto de 2007
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