miércoles, 20 de octubre de 2010

PALABRASDEL RECTOR DE LA UCA - UNIÓN CON DIOS POR LA ORACIÓN TOMOS I Y II

Unión con Dios por la Oración - TOMOS I Y II
( POR EL PBRO.DR VICTOR MANUEL FERNÁNDEZ, RECTOR DE LA UCA)


Es un gusto compartir con ustedes este momento.

Hace 33 años, siendo un adolescente, vivía en un pueblito de Córdoba (Alcira Gigena) y se me ocurrió formar un grupo para orar con la Palabra de Dios de manera espontánea. Ni el párroco ni yo sabíamos que ya existía la Renovación carismática, y ni él ni yo entendíamos lo que yo quería decir. La semana siguiente llegó al pueblo una muchacha que había vivido dos años en Buenos Aires, se llamaba Susy, y había frecuentado un grupo de oración dirigido por el padre Alberto. Me contó como eran esas reuniones y le dije que era exactamente lo que yo me imaginaba. Así se formó el grupo de oración donde pude hacer una experiencia de fe maravillosa que me marcó para toda la vida.

No es sencillo hablar de estos libros, porque no son una obra de un autor que los pensó, los organizó y los redactó. En ellos está volcada la sabiduría del padre Alberto Ibáñez, pero hay mucha vida detrás, y en el fondo es la vida que se dice a sí misma, que se expresa por escrito. Pero nada menos que la vida del Espíritu.
Uno podría decir entonces que el autor de estos libros es el Espíritu Santo. Pero no, por supuesto, que esto es Palabra de Dios, o Palabra revelada como la Biblia. Sino que es el fruto de la acción del Espíritu Santo en muchos corazones, que ellos han querido compartir con los demás.
Por eso estas páginas son un testimonio de que el Espíritu Santo sigue actuando, sin descanso, en las comunidades.
También nos permiten advertir que esas maravillas que los grandes místicos han desarrollado en sus escritos no son cosa del pasado, ni se trata de algo raro, extraño o poco frecuente. Tampoco es algo reservado a los monjes, ermitaños o a las personas con gran instrucción religiosa. Cuando se deja actuar en libertad al Espíritu y uno coopera creando las condiciones, todo lo que nos han contado los grandes místicos de la Iglesia se vuelve a producir en pleno siglo XXI, sea en un laico adulto, en una niña, en un anciano que no tuvo enseñanza primaria, en “toda carne”, como dice el profeta Joel.
Pero, por supuesto, no se repite la experiencia de San Juan de la Cruz, sino que brota de una manera siempre nueva y con una impresionante variedad, como lo muestran estos libros.
Lo que uno tiene que recordar, al leerlo, es que no todo está dicho aquí. Los redactores han hecho un esfuerzo por contar su experiencia para que otros puedan sentirse estimulados, pero son cosas que nunca se pueden explicar o contar del todo. Recuerdo el caso de Ángela de Foligno, que le contaba sus experiencias a su asesor espiritual, y él, movido por cierta sana curiosidad, le pedía más detalles, pero ella respondía: “Mi secreto es para mí”. Y uno dice: qué pena que no pudo contar todo, pero es inevitable, porque hay cosas que forman parte de nuestra relación con Cristo que son inenarrables, sólo las entiende el que las vive.
Eso tiene un tremendo mensaje: que hay cosas de tu vida interior que nunca van a brotar, que nunca se van a desarrollar si no te encontrás con Jesucristo. Eso a mí me vuelve más imperiosa la tarea misionera. Porque miro a la gente por la calle, e incluso aquí en esta Universidad, donde no todos están haciendo una experiencia de Jesucristo en el Espíritu, y me imagino cuantos tesoros de vida y de experiencia quiere realizar el Señor en cada uno de ellos, cosas únicas, que no podrá hacer en otros. Y si uno de ellos se cierra o se conforma con la tibieza, hay una maravilla que el Espíritu no va a poder hacer en este mundo.
Entonces vuelvo siempre al ejemplo del cóndor, que me conmueve. Cuando alguien, o yo mismo, se cierra a la acción del Espíritu y no se deja llevar a las cumbres místicas, es como un cóndor con las alas arrancadas. Pudiendo volar por las alturas y ver como ninguno las maravillas del mundo desde allá arriba, libre con las alas al sol, sin embargo elige estar arrastrándose por el polvo con las alas arrancadas.
En estos libros tenemos preciosos testimonios de muchos creyentes que no se dejaron arrancar las alas por las tentaciones del mal, por la seducción del espíritu de la oscuridad. Por eso el Espíritu pudo provocar en ellos tantas cosas lindas.

Mirando estos dos libros en su conjunto, hay algunas cosas que se destacan y les dan algunas características originales. Sólo menciono algunas:

1. Un estilo general marcado por las notas femeninas del Espíritu, Ruaj, llamado por allí Mamá Dios, y cariñosamente “Ruíta”.
2. Las elevaciones místicas que no sólo aparecen en las etapas más altas de la vida mística, en el matrimonio espiritual o la unión transformante, sino que son suscitadas por el Espíritu ya en los inicios del camino espiritual.
3. Los carismas percibidos como un modo ordinario, común y frecuente de la acción del Espíritu en nosotros.
4. Un espíritu integrador, que ayuda a reconocer que la experiencia espiritual no se vive de un modo eminentemente mental, sino con una inmensa variedad de manifestaciones y situaciones: escribiendo, descansando, en medio de distracciones, tentaciones, etc.

De este modo, a las personas que no se atreven ni siquiera a pensar que están llamadas a las alturas del Espíritu, estos libros les ayudan a advertir que no hay que asustarse, ni ponerse objetivos que parezcan inalcanzables. Ante todo hay que aceptarlo y dejarse llevar, y las maravillas del Espíritu se van a manifestar sin demasiado esfuerzo, de las maneras más sencillas y ordinarias que uno se pueda imaginar. Al mismo tiempo, no tiene que forzarse a imitar a otro o a repetir el modo como otro ha sido transformado. El Espíritu lo hará de una manera única, y por eso hay que aflojarse y dejarse sorprender.

El planteo de esta obra es muy realista, porque en una primera parte desarrolla los caminos de la oración ordinaria y recoge la larga experiencia de la Iglesia en la iniciación espiritual. En pocas páginas resume admirablemente ese tesoro de la Iglesia, llena de recursos ascéticos y místicos, incluyendo unas páginas muy claras acerca de los criterios de discernimiento.

La segunda parte, después de referirse brevemente al Bautismo en el Espíritu se detiene en los diversos carismas que acompañan la oración. Pero lo que me parece importante destacar como trasfondo de toda esta parte es su sentido comunitario, que ayuda a descubrir que la experiencia mística no es algo reducido a la intimidad del individuo, a la soledad o al silencio interior, sino que puede ser vivida y alimentada también en comunidad. En definitiva, la oración comunitaria debería ser una experiencia mística compartida.

En realidad cuando uno recorre historias de los santos, se encuentra con experiencias místicas producidas por el Espíritu entre dos personas, como el éxtasis compartido entre San Agustín y Santa Mónica en el puerto de Ostia, o esa noche de conversación espiritual inolvidable entre San Benito y Santa Escolástica, etc.

Las comunidades carismáticas no son más santas ni más perfectas que otras comunidades, pero tienen el valor de crear un ambiente, un contexto, para que puedan florecer y desarrollarse los carismas místicos. No es que el Espíritu Santo no actúa en otras reuniones de oración, donde se reza el Rosario, por ejemplo, pero lo que sucede es que en las comunidades de la Renovación carismática se crean las disposiciones para el Espíritu pueda operar esos carismas místicos que le dan a la oración carismática una fuerza muy peculiar de experiencia espiritual.

Porque algunos dice. “¿Qué? Los carismáticos inventaron los carismas en el siglo XX, ¿pero antes no estaba el Espíritu Santo?”
Cuando uno recorre los escritos de autores espirituales de todas las épocas, se encuentra que los carismas que hoy caracterizan a la Renovación carismática han estado siempre presentes. El don de lenguas, por ejemplo, aparece de forma evidente cuando uno lee los místicos: los sobresaltos que se expresan sin orden como dice San Bernardo, o el lenguaje desconocido que menciona santa Hildegarda, los balbuceos que menciona Santa Teresa, o la loquella que menciona San Ignacio de Loyola, etc. Lo que sucede es que la Renovación carismática ha brindado un contexto comunitario lleno de apertura y confianza que estimula a los participantes a dejar actuar los carismas místicos.

El segundo libro es otra cosa. Es más arriesgado y novedoso. Porque se atreve a sacar a luz, a compartir, experiencias muy hondas y profundamente personales, particularmente intransferibles, y que por eso pueden siempre malinterpretadas, incomprendidas, objetos de sospecha por parte de los otros. Pero creo que los creyentes tenemos que atrevernos a sostener una sana libertad interior, y no podemos estar siempre cuidándonos de lo que compartimos por temor a ser mal interpretados. Ciertamente son cosas que no se pueden hablar con alguien que no cree en nada. Pero si estamos entre creyentes, tenemos el derecho y también el deber de compartir algo de lo que el Espíritu Santo obra en nuestras vidas.

El libro parte de la experiencia fundante, o big bang espiritual, que es el gozo sapiencial del amor de Dios que actúa en nosotros.

Después el libro va recorriendo el proceso de maduración espiritual en sus etapas más altas. Se detiene especialmente en la espiritual esponsal sin esconder su aspecto erótico, y en la unión transformante.

Es imposible, y no es conveniente en un acto de este tipo, tratar de resumir estos temas. Los remito a la lectura del libro, una lectura que no debe ser rápida ni curiosa, sino reposada, orante, con la disposición a dejarse estimular por estas páginas para entregarse en este camino.

Lo que sí quiero destacar es que aquí se recogen los grandes aportes de la tradición mística de la Iglesia. No hay ruptura ni pretensiones de estar comenzando de cero. Pero al recoger esa riqueza, se advierte un lenguaje nuevo, más cercano a nosotros, y cargado de testimonios que ayudan a descubrir que esta experiencia es factible hoy, en esta época, en este mundo que nos toca vivir. Por eso este libro se convierte en un llamado. El Espíritu, que actuó pacientemente y amorosamente en la personas que han compartido su experiencia en este libro, lo utiliza para convocar al lector, para atraerlo, para invitarlo, para seducirlo, como si estuviera diciendo en cada página: “dejá de arrastrarte por el suelo como un cóndor con las alas cortadas, y permitime que te lleve a las cumbres”.

Pbro Víctor Manuel Fernández

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