Para SOFIA de Comunión
Has recibido la caricia salada, allí, donde el mar jugó
con el sol y la arena y saltabas para recibirlo, jubilosa,
en un soñado verano inicial. Entonces, cuando las rocas
anunciaban escollos y el cielo la ternura infinita.
El calor del sol entibió tu piel de seda rosa perlada
cuando asomaste y besaste la vida que Dios
te regalaba, y entre los brazos de tu padre-madre
de la Tierra, lloraste y reíste por primera vez.
Siempre has estado... siempre supe que olías
a jazmines presurosos y pan y aire escurridos
entre las manos, en este tu día a día cotidiano;
en este desafío de vivir y ser, sin concesiones.
Nunca te irás. Estás en mi corazón arrodillado,
en este día Glorioso, cuando Jesús te habita
y alejas las fuertes lluvias que azotaron tu destino
y te ves radiante, fuerte, empeñada en continuar.
Estás en los ojos de tu padre- madre , emocionados,
en las manitas arqueadas de tu dulce hermana
y en la Gracia que El te regala, para que gustes,
en tu almohada de ensueños, el Amor de Dios.
Y permanecerás, jubilosa, en este Pan de Vida.
Gustarás su sabor todos los días: en las nubes,
en el sol, al caminar por las calles y las plazas
y la escuela y el patio arbolado de tu casa.
Y que así sea, Sofía, reina; Sofía, miel; Sofía
la de los ojos de almendra y el corazón de mariposas.
Sofía, hija, hermana, amiga... la del servicio
a los demás, la del gozo en el juego, la elegida.
Vilma Lilia Osella – invierno 2006
lunes, 20 de agosto de 2007
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